CONSEJOS PARA LAS MADRES

Por nuestra Pastora Jeannette González de Véjar

    Les invito a leer Génesis 34:1-2
"Salió Dina la hija de Lea, la cual ésta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país. Y la vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró."

INTRODUCCIÓN.
    Hablaremos de nuestras hijas, nietas, sobrinas.  Tomaremos consejos de la Palabra de Dios.  Para ello, nos basaremos en la historia de Dina, hija de Jacob y Lea.

       Entre tantos varones nació Dina.   Esta pequeña y querida hija de Jacob, había vivido muchas emociones desde los días en que su madre por primera vez la puso en un camello y la hizo desaparecer sigilosamente de la casa de su abuelo Labán.   La niña, que tenía aproximadamente cinco años, sabía que algo misterioso estaba sucediendo cuando su padre llamó a su madre y a su tía Raquel para que fuesen al campo con el propósito de conversar.   ¿Por qué estaba sucediendo esto?


      Comenzando el siglo 21 nos estamos enfrentando constantemente a esa relajación de la moral.    Es posible que el que nos resistamos a hablar de los asuntos más íntimos y personales con nuestras hijas, contribuya a que ellas ignoren los hechos reales de la vida y se produzcan los consiguientes malos entendidos y la falta de armonía en las relaciones familiares que establecemos con ellas.    Hacemos mal cuando ocultamos, cuando no nos tomamos el tiempo de explicarles ciertas cosas, cuando no vamos a la oración antes de entablar una conversación con nuestras hijas.    Procuremos que esa relajación moral no esté en ninguna de nosotras.   Ellas ignoran la realidad de la vida.  Haríamos bien en enfrentarnos con la verdad de que es imposible eludir lo desagradable y las tareas difíciles relacionadas con la maternidad cristiana.
     Esa pequeña vio a sus padres y a su tía conversar en secreto y vio la repentina preparación en la oscuridad de la noche para poder partir, huyendo de Labán.   Los años que vivió en Sucot en el valle del Jordán, al este del río, fueron años felices y libres de ansiedad, allí había construido Jacob una casa y un lugar donde tener al ganado.    Al cabo de los años Jacob se trasladó con su enorme carabana, sus rebaños y su familia y acamparon en el valle de Siquim entre el monete Ebal y el monte Geresim.
  Para Dina, quien para entonces ya tendría unos 15 años, había pasado el tiempo de huir,ya se encontraba segura en su hogar.   Para ella habían otras cosas que ver y hacer.   La extraña ciudad de Salem resultaba muy atractiva para Dina, mucho más que el campamento de su padre o incluso que el altar sagrado alrededor del cual se arrodillaban toda su familia para adorar a Dios.    Ella había sido enseñada en ello, pues su padre había tenido un encuentro con Dios.   Todo lo nuevo y desconocido le atraía enormemente.   Ella ya había crecido y estaba en la adolescencia.   Ya había pasado el tiempo de correr por los campos y de recoger flores, ya no tenía la inocencia de pequeña, ya no estaba en ella el aceptarlo todo, algo estaba sucediendo en ella.  En la vida había otras flores que ella quería recoger, habían otras cosas que descubrir, ya no era lo mismo estar en el altar adorando con la familia.
  Dina disfrutaba de todas las bendiciones, tenía una madre espiritualmente sensible, un padre muy rico y que amaba a Dios, once hermanos que la adoraban porque era la única, la consentida.   Le habían enseñado que ella era parte de un pueblo con un pacto que les asignaba una tarea especial: llevar una vida perfecta, santa y apartada del mundo.
  Eso es lo que las madres debemos enseñar a nuestas hijas.   Cada día cuando doblo mis rodillas encomiendo mi hija al Señor, ella está en la universidad rodeada de muchos jóvenes, "Señor haz diferente a mi hija, que ella se sepa distinta, se sienta distinta".   Enseñémosle a llevar una vida santa y apartada del mundo.   No debemos restrigirlas en todo, pero sí enseñarles que el temor a Jehová está por sobre todas las cosas.   Una madre que ora será observada por sus hijas y aprenderán a temprana edad a buscar el rostro del Señor.
  Posiblemente por ser hija única, Dina era mimada, adorada por sus padres y hermanos, concediéndosele todos los caprichos que esta jovencita pedía a sus padres.   Debió ser hermosa, tal vez como su tía Raquel. De seguro que su madre la vestía con esmero, resaltando aún más su belleza al estar rodeada de muchos rudos y morenos hermanos.   Su madre sabía que esta joven anhelaba la amistad de las muchachitas de esos lugares, y era dificil negarle ningún placer, pues ya había sido enseñada a que todo lo podía conseguir.
    Se estaba celebrando unos de los muchos festivales paganos, de modo que se arregló con especial cuidado y salió de la tienda de su madre con el fin de descubrir el mundo, sus placeres y sus estilos por sí misma.  Ella quería descubrir lo que había alrededor, los quería ver con sus ojos inexpertos, pero muy abiertos por la curiosidad, pues ella no conocía lo que era el mundo.   Y así, se unió de buena gana a aquel grupo de muchachas de la ciudad.
    Allí debemos estar, atentas cuando nuestras hijas empiezan a descubrir lo que es hacer nuevas amistades.   La vida en la ciudad le apareció alegre y muy diferente a su campamento, donde era todo quieto, el altar siempre presente donde los suyos rendían culto, pero ella quería descubrir más.
    Jovencita, ¿quiere usted lo mismo? ¿desea usted buscar la amistad del mundo?. Dina quiso descubrir detrás del alcohol, de los amores, todo alegre, brillante, atractivo, porque así se presenta el mundo con el fin de atraparnos.   Vio tantas muchachas, aparentemente como ella, se mezcló con ellas, pero ella era diferente, enseñada con el temor de Dios, enseñada a que debía buscar el rostro del Señor.
    Cuando Siquem el hijo de Hamor, la vio, la amó, la deseó, la tomó deshonrándola.   No hay otra cosa en el mundo para las jóvenes, cuando las hijas quieren descubrir el mundo, participar en las fiestas de las amigas, del colegio, cuando se quieren poner hermosas para verse atractivas y salir al mundo.   Vino este príncipe y la codició, para esta joven y aventurera Dina, aquel encuentro agradable con el mundo tuvo un final muy triste, muy brusco, muy duro y traumático.
    Madre, quiero tocar tu corazón; también el tuyo, joven.
    Al salir de la tienda de su madre sus ojos se abrían por la sorpresa: risas, alegría, bailes, la gente disfrutaba, todo se veía lindo, pero jamás se imaginó que ese mismo día sería robada en su honor, en lo más valioso.
    Hoy a pocos les importa la virginidad, el llegar limpios para ese día cuando Dios otorga la bendición, luego cambiar a otras camas y a otras, dejando hijos heridos y dañados.    Eso es lo que da el mundo.   A ti joven, sólo te van a decepcionar esos placeres, esa búsqueda, esas alegrías momentáneas, sólo te llevarán a deshonra y te conducirán al llanto.    Dina se preparó tanto para este encuentro con el joven. ¡Qué tremendo!, quiso cambiar su seguridad, la protección del hogar por el ruido de la ciudad. ¡Qué tremendo ese final brusco!, tan complicado ese punto culminante, se dejó cautivar por este joven, por sus palabras, jamás se habían visto, tal vez le hizo promesas.  A ti, muchacha, ¿te ha sucedido esto? ¿Te has dejado conducir al pecado?
    Siquem la invitó a su hogar con palabras dulces al oído, cuando aún estaba con él en su casa, Jacob se enteró de lo que había hecho el hijo de Hamor. Jacob se quedó dolido, cuán defraudado se sintió de que su única hija había sido deshonrada, había caído en brazos del pecado.     Le hacía trizas el corazón el que su única hija había buscado placeres de este mundo.    Sin saber apenas qué decir, posiblemente indeciso, no sabiendo cómo enfrentar esta situación esperó a sus hijos, los hermanos de Dina desearían ser consultados, ya que era un asunto tan grave y que estaba relacionado con su hermana.
    En tanto que el padre de Siquem vino a ver a Jacob para ofrecerle una generosa dote y la mano de su hijo en honorable matrimonio.   Para los hijos que habían sido llamados, el acto cometido por Siquem les pareció un abominable ultraje, el haberse atrevido a degradar a su hermana, ella que era parte de una línea que tenía obligaciones especiales de llevar una vida santa.  La ira de los hermanos de Dina alcanzó dimensiones tremendas, su venganza fue horrible, tramaron un complot para engañar a este joven que había aprovechado ciertas circunstancias para burlarse de su hermana.    Abusaron de los sacramentos y a continuación hicieron una masacre y saquearon toda la ciudad de Salem, de donde era este joven.
    La ira es una expresión humana, pero debemos controlarla,debemos mantenernos en el Señor para que ella no se convierta en una fuerza destructora.   El terrible crimen cometido por los hermanos fue mucho peor que el de Siquem, quien nunca hubiera llegado conocer a Dina, si para empezar ella no se hubiera dejado seducir por los placeres mundanos.  He aquí la clave de este mensaje.    Si esta joven que fue criada en el temor del Señor, no se hubiese dejado conducir ni seducir por los placeres mundanos, si esta joven hubiese permanecido al lado de su madre, si ella hubiese venido a la tienda y contado a su madre lo que quería hacer, toda esta historia hubiese sido diferente.
    No entendemos el que Jacob les reprendiese con tan poco énfasis, pues tuvo que sentir por fuerza todo el horror de ese espantoso pecado que habían cometido y su ruin venganza, ya que los hermanos de Dina, al verla deshonrada, dieron muerte al joven que se había aprovechado de la confianza y había tomado a la fuerza a la joven.   Es posible que de niños les hubiesen consentido y que ahora el padre temiese reprenderles.
    Así sucede también en la actualidad con algunos padres: no se atreven regañar a sus hijos, pues temen que se vayan de la casa, que se traumen, etc..Padres ustedes son la ley en la vida de vuestros hijos.   Así es, repito Padres ustedes son la ley en la vida de vuestros hijos.   La palabra de Dios lo dice claramente en Col 3:20:
"Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor"
    ¿Por qué permitimos que nuestros hijos estén constantemente desobedeciendo? Tal vez estemos intentando proteger nuestros propios sentimientos, nos desagrada profundamente tener que discutir con ellos, no queremos pelear con nuestros hijos, es mejor dejarlos, son sólo niños.   Pero Dios dice que ellos deben obedecer a los padres en todo.   No queremos hacernos problemas, sean pequeños o mayores.   Aquellos padres que corrigen a sus hijos, que insisten en que sus hijos obedezcan hacen de sus hijos personas fuertes.
    Qué resultado tan catastrófico tuvo este acto inocuo, en apariencia, de Dina, quien perdió su justa reputación, trajo consecuencias en la casa de su padre, involucró a sus hermanos que fueron la causa de una terrible desgracia a toda una ciudad, se convirtieron en asesinos por pretender hacer justicia por sus propias manos, el nombre de Jacob fue deshonrado y se deshonró a sí misma.
    Aunque los jóvenes son sabios y les gusta ser independientes, no han alcanzado madurez de pensamiento.   No es pura casualidad que el Creador dispusiese que los hijos estén bajo el cuidado de sus padres durante tantos años, porque los hijos tienen necesidad de los cariños y consejos de aquellos que han aprendido viviendo.
   La historia de Dina es un enorme desafío para todas las madres para que ellas enseñen a sus hijos aquello que tiene un valor auténtico e imperecedero, que no cambia, aquello que está vigente desde los tiempos de Dina hasta hoy: el amor, el temor a Jehová, el no buscar descubrir aquello que no es lícito, el criar a nuestros hijos en el temor del Señor, el cuidar nuestro testimonio, el conducirnos en santidad, que nuestros hijos vean desde bebés a una madre que ora, que predica, que confía en Dios, que teme al Señor, que se congrega en su templo.
    Qué terrible es la vida de los hijos que tienen una madre que anda de casa en casa chismeando, llega corriendo atrasada y tira unos fideos al agua hirviendo y se los da a los hijos, porque anduvo toda la mañana perdiendo su tiempo.   Qué dolor provoca un hogar en el que los padres solo discuten, se ofenden, hay malas palabras, golpes, ¿qué futuro espera a sus hijos? ¿irán ellos a llevar una conducta diferente en sus vidas?.
    Madre, conduzca a sus hijos.   Ayúdelos.   Muchas jovencitas están viviendo la situación de Dina.    Trae consigo problemas en el hogar, hijas embarazadas, y las madres no les cuentan a sus maridos, porque temen su reacción.
    Madre, ore por sus hijos, únjales, que sus camas sean ungidas por usted diariamente, bendígalos a la distancia y pida que Dios los guíe.  El mejor consejo lo hallamos en Prov 31
10 "Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida."
    Sea hoy una mujer virtuosa.   Si su hija está en problemas, aún es tiempo que ella vuelva al Señor.   Sepa llevar ese hogar lleno del temor de Dios.  A las hijas pequeñas, tómelas, no las suelte, enséñeles a orar a confiar en Dios, lo que da el mundo nada bueno es.   Si salen a conocer qué hay más allá de la tienda de su madre, sólo volverán con el alma destrozada, con heridas profundas que nunca más serán reparadas, Dios no quiere eso para nuestros hijos.
    Quiero bendecirlas, deseo que en su corazón nazca ese sol de justicia, deseo que usted vuelva el corazón a sus hijos; jovencita, vuelva el corazón a tu madre y juntas busquen el rostro del Señor.   No se dejen llevar por la curiosidad.   Dina salió del abrigo de sus padres para reunirse con las muchachas de la ciudad, quería descubrir esa luces, conocer lo que había más allá.   Esa noche fue fatal para ella, fue deshonrada, sus hermanos se convirtieron en criminales, una ciudad fue destruida, todo esto como consecuencia del actuar de Dina; por la curiosidad de esta joven vino muerte y destrucción a dos ciudades.   ¿Desea esto para sus hijos? Tómese de la mano poderosa de Dios, Él le enseñará como conducirse.   Si están en malos caminos, avance de rodillas, clame a Dios por ellos, y cuando menos lo piense sus hijos volverán a usted.
    Que el Dios de paz los bendiga. AMÉN.

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